Un día un hombre llamado Juan se despertó muy cansado para ir a trabajar, ya que la noche anterior había salido de fiesta. Primero se dio una ducha, desayunó, se puso tu traje de ejecutivo y estaba listo para salir. Sin embargo, le hacía falta su billetera. Él buscó y buscó por toda la casa, pero no la encontró, se sentía muy desesperado, no sabía qué hacer y lo peor era que en su billetera tenía todos sus documentos, tarjetas y dinero. En ese momento de angustia y desesperación empezó llamar a los bancos para cancelar sus tarjetas, también a todos sus amigos para preguntarles si tal vez alguno de ellos había visto su billetera. Pero nadie había visto nada.  Entonces Juan recordó una historia que le contó su abuelo cuando él era un niño.

La historia se trataba de un chico llamado Carlos quien un día despertó sin saber cómo se llamaba, pero además se despertó muy desesperado y angustiado al saber que no recordaba su nombre. Él se preguntaba “¿Qué me pasó? ¿Por qué no sé cómo me llamo?”, pero no encontraba una respuesta. Él lo único que hacía era desesperarse cada vez más hasta el punto de casi volverse loco, pero lo único que provocaba es que gastara su tiempo buscando una respuesta que de esa forma nunca la obtendría. Pasaron muchos días para que él pudiera entender que solo si se sentía relajado y tomaba las cosas con calma él recordaría cómo se llamaba. El estrés, la desesperación y la angustia que él sintió no le dejaba pensar ni recordar cómo se llamaba. 

Juan al recordar la historia de su abuelo, sintió que debía tomar las cosas con más calma, ya que él estaba cometiendo el mismo error que Carlos el cual era desesperarse en un momento en el cual debe estar relajado. De esta manera, Juan al sentirse más tranquilo pudo recordar que había dejado su billetera en su carro. 

Moraleja:  Si encuentras la calma, encontrarás la respuesta a lo que buscas.